El telar del castaño centenario.
Historia del castaño
Cuenta la historia de el telar del castaño centenario hace ya muchos, muchos años, en un pueblecito de Sierra nevada, conocido como Bubión vivian muchas familias. La vida entonces era dura y difícil de llevar, se necesitaba mucho trabajo para poder sacar adelante a la familia y no todos podían tener una casa donde vivir .
Una de estas familias que tenía pocos posibles, pero que era muy trabajadora, encontraron en las cercanías del pueblo un enorme castaño, tan grande que pensaron que podían vivir allí todos. Así que lo adecentaron, limpiaron el suelo , con mucho cuidado de no dañarlo y se instalaron dentro de él.
Tan grande era el hueco dentro del tronco del castaño que pudieron también instalar el telar con el que, desde siempre, cuenta la leyenda habia una tejedora con su telar dentro del hueco hacían las jarapas, que luego vendían o cambiaban por comida a los vecinos del lugar o a otros visitantes que por allí pasaban.
Trabajaban con esmero, turnándose en el telar, y fabricaban unas jarapas preciosas dignas de admiración de todos lo que las veían.
En esto tuvo a bien de pasar por allí un duende del bosque, más conocido como un gnomo, que gratamente sorprendido por el esfuerzo y buen hacer de esta familia, decidió darles un don.
Este Don consistía en que todo aquel que tocara el uso de la rueca (puesto que se había roto el hechizo de la bella durmiente, cuando el hermoso príncipe tuvo a bien de besarla y despertarla de su sueño), iba a tener mucha prosperidad y salud. Y que esa misma gente en agradecimiento, ayudaría en lo que pudieran a esa humilde familia, que tan afanosa y primorosamente hacían sus jarapas.
Y fueron tantos los que, movidos por la leyenda que corría de un lugar a otro, pasaron por allí y donaron ricas prebendas a los habitantes del castaño, que a no mucho tardar pudieron comprar una humilde casa en el pueblo.
Al día de hoy de esa tejedora y del telar del castaño centenario solo se conserva el castaño y la rueca y que ahora está en el telar de jarapas HILACAR, hoy regentado por una hermosa doncella.
Y en este precioso taller sigue estando la famosa “rueca de la prosperidad”, para que todos aquellos que deseen verla y tocarla puedan hacerlo sin más dilación. Porque todo el mundo sabe que el don que te da un gnomo dura eternamente si tu generosidad es sincera y tu bondad ilimitada.